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El cristianismo no se trata de ir al cielo

En una de nuestras primeras citas, mi ahora esposo me regaló el libro Sorprendidos por la esperanza de Tom Wright (también conocido como NT Wright). Nunca antes había escuchado sobre este erudito británico. Pero, como me gusta tanto leer sobre teología, estaba emocionada por adentrarme en él. Lo que Wright escribió, me dejó sin palabras. Su libro despertó una chispa en mí y me dio una visión fresca y más grande de lo que es el cristianismo, Dios y nuestra misión en la tierra. 

No tenía idea de que este libro iba a impactar y moldear, más que cualquier otro punto de vista, mi entendimiento del amor de Dios por nosotros y su plan para el mundo. Lo que comparto hoy con ustedes es lo que he vivido y respirado durante los últimos años. Rezo y espero que lo que voy a compartir transforme su forma de ver a Dios y de vivir, de la misma manera en la que me trasformo a mí. 

Mucha gente asume que la meta principal de un cristiano es ir al cielo. Piensan que, gracias a que Jesús murió en la cruz, obtuvieron su billete al paraíso y podrán escapar este dañado mundo después de que sus cuerpos mueran. Pero esta idea es solo una mera caricatura del Evangelio. 

Jesús representa el cielo viniendo a la tierra.

Los Evangelios hablan sobre Jesús anunciando que el reino de Dios está siendo establecido, aquí, en esta tierra (Mateo, 4:17). Por eso, Jesús nos enseñó a orar: 

“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo, 6 :10).

La misión de Jesús fue proclamar el reino de Dios: 

“Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas, 4:43).

Cuando Jesús habla sobre el “reino del cielo” o “el reino de Dios” lo relaciona con el imperio de Dios. Se refiere al reino donde la voluntad de Dios se cumple. El anuncio de Dios se refería completamente a un nuevo reino siendo establecido en la tierra, como ya existe en el cielo. 

Dios es el rey. ¿Qué significa? 

Dios no es un rey que reina desde la violencia o la manipulación. Más bien, Dios reina desde el amor, la justicia, la gracia, el gozo y la paz. 

Nuestro rey, nuestro gran rey, vino a servir y a dar su vida por nosotros: 

“Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).

Cuan inmenso es el amor que Jesús tiene por nosotros. Dios es un rey que ama a su pueblo, tanto así, que su hijo murió por nosotros. Él vino para servir.

El Sermón de la Montaña (Mateo 5-7) dibuja una bella imagen de lo que podemos esperar cuando Dios es el rey: la gente se ama y se ayuda mutuamente, el pobre tiene suficiente para comer, reina la paz y los enemigos se reconcilian.  

¿Cómo es el reino de Dios? 

El reino de Dios no se parece a lo que el mundo, ni los primeros discípulos, esperaban que fuera. Jesús explica que alguien que se humilla como un niño es el mayor en el reino de los cielos (Mateo 18:4). Por el contrario, el que quiere ser el primero, será el servidor de todos (Marcos 9:35). Parece ser todo al revés del mundo que conocemos. 

Jesús contó muchas parábolas sobre cómo se ve el mundo de los cielos. Algunos ejemplos pueden encontrarse en Mateo 13:24-52. 

Solo los que creen pueden ver el reino de Dios.

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).

Para entrar en el reino de los cielos, debemos volver a nacer.

 “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).

Jesús nos dejó el Espíritu Santo, que vive dentro de cada creyente que se ha arrepentido y ha sido bautizado (Hechos 2:38). A través de su espíritu, Dios quiere continuar el trabajo que empezó con Jesús. Somos llamados a ser sus agentes para traer el cielo a la tierra. Nuestra misión es dejarnos guiar por él y aceptar nuestro llamado, para que su reino pueda ser establecido justo aquí, donde estamos, con Dios como rey. 

Ahora, pero no todavía.

Jesús sanando a los enfermos y amando a su pueblo es solo una anticipación de lo que está por venir. El reino de Dios es una realidad presente y, al mismo tiempo, un futuro anticipado. En la tierra, podemos experimentar algunos primeros vistazos de esta nueva realidad. Estos pequeños trozos son solo un anticipo del futuro glorioso que está por venir. 

El reino final de Dios, cuando la tierra y el cielo se unan completamente, será un acto de Dios. En ese glorioso futuro, Dios hará cosas maravillosas: 

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

Esta es nuestra esperanza como cristianos: no solo tenemos vida eterna en la presencia del Dios altísimo, sino que también podemos experimentar el cielo en la tierra, hoy. 

Si tienen cualquier pregunta acerca del reino de Dios, escríbanmelo en los comentarios. Me encantaría poder responderlas en los próximos posts. 

Este post ha sido traducido por María Raffo.

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4 replies on “El cristianismo no se trata de ir al cielo”

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